Grammys 2017: El micrófono fue lo de menos

Metallica se rinde en una entrega de premios para el olvido 

[Ricardo Portmán] @ecosdelvinilo

Todavía con la tibieza de la llamas de la entrega de los Grammys 2017, la primera impresión se refuerza: Esto se acabó, por lo menos en cuanto al rock & roll de prime time. Primero, lo rescatable: Bowie y su Blackstar fueron los grandes ganadores de la noche con cinco galardones (oportuna aclaración para los que dan a Adele como la única en la cima) y esa concesión era un acto de justicia que seguro le hizo crujir los dientes a las grandes corbatas que deciden a los elegidos; no les quedaba otra ante la magnificencia de la obra final del Duque Blanco.

Pero más allá de Blackstar, solo una marisma de errores técnicos, aplausos teledirigidos, mucha pirotecnia visual y poca fibra musical (Beyoncé), homenajes que rozaron el ridículo (Bee Gees) o un acto de imitación de mediano alcance (Prince) y la condescendencia ante una vocalista multiplatinada que decidió no continuar cantando (the show must go on, a pesar de todo Adele). Todo esto ya entra en el anecdotario del mainstream más acartonado, pero la guinda envenenada estuvo en la lastimosa performance de Metallica con Lady Gaga.

El fallo del micrófono fue lo de menos (por lo menos la banda no se detuvo), lo doloroso estuvo en el ridículo histrionismo de Lady Gaga, quien seguramente se estudió a fondo el manual del rockstar-de-pacotilla (ponerse de rodillas, saltar desenfrenadamente, lanzarse al público, etc, etc, etc). Esto podrá verse casi como una estampa humorística, pero lo peor estaba por llegar, justo tras el primer minuto de interpretación: La rendición de un clásico. Metallica perdió el espíritu, se entregó a la inercia, se conformó con mantener estable el tempo y pisar escuetamente las cuerdas necesarias para que el riff no derrapara. Esta aparición de la banda de San Francisco podría verse como el equivalente de aquel desastroso directo de The Doors en Nueva Orleans del 12 de diciembre de 1970, la fecha en la cual Morrison entregó su último aliento artístico y soltó espiritualmente el micrófono. 
Lo que queda tras los peores Grammys de la historia (y el listón de lo negativo estaba muy ‘alto’) es una inevitable regresión hasta aquel cuento del Rey Desnudo y su moraleja final: No por el hecho de que una mentira sea aceptada por muchos significa que sea cierta. Nos quieren convencer que la música de los grandes números y los sellos multinacionales mantiene una salud envidiable, pero como decía el recordado Juan Gabriel: Lo que se ve no se pregunta.  




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